Es el término utilizado para designar el dominio aéreo de uno de los bandos durante una campaña militar, controlando con superioridad las operaciones en tierra, mar y aire sin que el enemigo pueda tener casi ninguna oportunidad de superar las líneas del contrario en un lugar determinado.
De los tres grados de control estipulados por la OTAN, la superioridad aérea se encuentra en el segundo escalón, por debajo de la supremacía aérea y por encima de la igualdad aérea. Desde principios del siglo XX, inicialmente con la Primera Guerra Mundial, se empezó a ver cómo puede influir esa superioridad en las diferentes campañas. No fue hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando verdaderamente se comprobó la importancia de controlar los cielos, con cazas y sus armamentos más modernos que en la Gran Guerra.
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